Las parejas infértiles experimentan una serie de emociones que es preciso exponer para que todos podamos entender mejor (sin emitir juicios morales) la gestación subrogada. Las emociones más frecuentes que surgen ante un problema de infertilidad son la sorpresa, la negación, la soledad, la ira, la culpa, la negociación, la depresión y el dolor.
Por lo general, el caso más típico es el de parejas infértiles que no han sufrido problemas de salud graves durante su vida y su contacto con médicos suele ser escaso. De pronto les sacude la noticia de que algo en sus cuerpos no marcha bien. Muchas de estas personas se sienten impotentes pues saben que ahora ya no podrán concebir sin ayuda médica. De la sorpresa pasan a la negación. “Esto no puede sucederme a mí”. La negación es un mecanismo de defensa que permite que la mente y el cuerpo se ajusten a los nuevos acontecimientos, que de otra manera serían aplastantes. Si la persona decide hablar sobre este tema se expone a una serie de consejos gratuitos como “relájate”, “practica yoga”, “haz un viaje”, etc. En general, se tiende a pensar que el problema de la infertilidad es de la mujer, aunque en un alto porcentaje de casos no es así.
A menudo, las parejas infértiles no suelen exponer sus problemas a otras personas, de ahí que haya consecuencias desafortunadas: los familiares y amigos pueden suponer que están utilizando algún método anticonceptivo. La presión y exigencia de los seres cercanos y la sociedad por formar una familia pueden hostigar a la pareja. Una forma de soledad es aquella en la que la pareja se sume cuando, para protegerse, elude reuniones sociales y otros compromisos. La pareja infértil es más sensible en presencia de mujeres embarazadas o en ocasión de nacimientos y bautizos. Son situaciones especialmente dolorosas.
Cuando la pareja empieza con las investigaciones y tratamientos para intentar resolver su problema tarde o temprano les invade la ira como respuesta a situaciones desagradables: se sienten desamparados e impotentes. La ira se manifiesta con la pregunta ¿por qué yo? ¡tanta gente que sí puede tener hijos y no debería!
De la ira pasan a la culpa. Los sentimientos de culpa son una respuesta normal a la infertilidad. Aunque a veces no se exprese una culpa profunda, sí se recurre al autorreproche. Cada miembro de la pareja puede experimentar culpa de una manera diferente, especialmente cuando se detecta que la causa de la infertilidad es de uno de ellos (que es la mayoría de los casos), quien se siente responsable por negarle al otro la posibilidad de tener hijos.
Después viene la negociación. La persona, ya desesperada, intenta establecer un acuerdo, muchas veces con Dios. Es un intento por controlar una situación que se percibe incontrolable. Por desgracia, cuanto mayor sea el número de negociaciones, mayor es la sensación de pérdida del control.
Después de dos o tres años luchando por concebir se observan en las personas infértiles diversos síntomas de depresión. La infertilidad causa un impacto emocional tan poderoso y profundo como las enfermedades graves. Muchas personas se sorprenden de la fuerza de este sentimiento y se asustan por el grado de ansiedad y depresión que llegan a experimentar. A menudo las asaltan pensamientos y temores relacionados con la muerte. La depresión media o no profunda se caracteriza por sentimientos de tristeza y desesperación que se pueden manifestar con pérdida de espontaneidad, malestar, ganas de llorar, desinterés por las actividades cotidianas, fatiga constante y pensamientos pesimistas. Algunas personas llegan a desarrollar depresiones severas con insomnio, (o levantarse demasiado temprano), pérdida de peso y padecimientos físicos como trastornos gastrointestinales o dolores y molestias en general.
Se vive una profunda sensación de pérdida. Pérdida de la posibilidad de lograr un embarazo y amamantar a un hijo biológico y pérdida de la continuidad genética. Lo peor es que se trata de una pérdida no tangible, como la de un objeto o una persona específica, una “tragedia silenciosa” mucho más difícil de integrar en el aspecto psicológico que las pérdidas evidentes y observables. Y conlleva un profundo dolor.
Es necesario que la pareja viva un proceso de duelo con respecto a la infertilidad. Es muy difícil tapar un dolor tan intenso y profundo; es mejor reconocerlo. A partir de este momento hay parejas que toman la decisión de vivir sin hijos, otras adoptarán y otras muchas se decantarán por la gestación subrogada. Tú eliges. UNIVERSAL SURROGACY te asesora en todo momento.